INFLAMACIÓN CELULAR: EL ENEMIGO SILENCIOSO
La inflamación celular o de bajo grado es un proceso crónico y silencioso, sin síntomas evidentes ni dolor, que puede pasar desapercibido durante años. Si persiste en el tiempo, se ha relacionado con un envejecimiento prematuro, ya que contribuye al deterioro de tejidos y órganos a nivel celular. Además, este tipo de estado proinflamatorio se ha asociado al desarrollo de diversas enfermedades crónicas:
• Enfermedades cardiovasculares (hipertensión arterial, ateroesclerosis, entre otras).
• Diabetes tipo 2, obesidad, síndrome metabólico, hígado graso.
• Problemas digestivos.
Así mismo, la inflamación celular se ha relacionado con determinados trastornos neurológicos, alteraciones del estado de ánimo, artritis reumatoide y determinados tipos de cáncer.
¿POR QUÉ SE PRODUCE?
El exceso de grasa abdominal, el sedentarismo, el estrés, la falta de sueño, la contaminación, el tabaco o una microbiota intestinal desequilibrada juegan un papel importante. Pero es una alimentación inadecuada la que destaca como uno de los factores más significativos, pues puede influir directamente en procesos metabólicos e inmunitarios, así como en la activación de genes relacionados con la inflamación.
Influencia de la dieta
En concreto, un consumo elevado de determinadas grasas como las trans u OMEGA-6, carbohidratos refinados, así como un bajo aporte de nutrientes antiinflamatorios pueden provocar un desequilibrio metabólico, estimulando ciertas hormonas y genes que promueven este proceso dañino silencioso.
Además, algunos mediadores del sistema inmunitario, como los eicosanoides (moléculas que regulan la inflamación), se producen a partir de ciertos ácidos grasos que consumimos a través de la dieta.
Por ello, resulta esencial evaluar los ácidos grasos dietéticos, nutrientes y marcadores bioquímicos relacionados con la inflamación. Identificar posibles desequilibrios te permitirá ajustar tus hábitos nutricionales para mitigar sus efectos negativos y prevenir complicaciones metabólicas a largo plazo.
¿QUÉ INCLUYE EL TEST?
A través de una muestra de sangre, el TEST DIETA INFLAMATORIA incluye el estudio de 16 parámetros bioquímicos que pueden tener un mayor impacto en la inflamación y la predisposición a trastornos metabólicos:
- Proteína C reactiva ultrasensible (PCR-us): Niveles elevados de este parámetro indican la presencia de algún proceso inflamatorio de bajo grado y un mayor riesgo cardiovascular, a menudo potenciado por dietas ricas en grasas saturadas y trans.
- Vitamina D y zinc: Son esenciales para regular la inflamación y el sistema inmunitario. Deficiencias de estos nutrientes están relacionadas con enfermedades crónicas como la artritis reumatoide o la enfermedad inflamatoria intestinal (EII).
- Ácido úrico: Este se produce cuando el cuerpo descompone purinas, que están presentes en ciertos alimentos y bebidas. Demasiado ácido úrico puede provocar un estado proinflamatorio, especialmente en las articulaciones (gota), y aumentar el riesgo de enfermedades metabólicas y cardiovasculares, como la hipertensión y la diabetes tipo 2.
- Perfil lipídico: Evaluamos los niveles de colesterol total, LDL, HDL y triglicéridos, indicadores clave de salud metabólica. Alteraciones en estos parámetros, a menudo causados por una dieta desequilibrada, incrementan la probabilidad de enfermedad cardiovascular.
- Glucosa y hemoglobina glicosilada: Medimos tanto el nivel de azúcar en sangre en un momento determinado (glucosa) como su promedio en los tres últimos meses (hemoglobina glicosilada). Valores elevados se han asociado con resistencia a la insulina, diabetes tipo 2 e incremento del riesgo de enfermedades del corazón.
- Ácidos grasos eritrocitarios: Analizamos la composición de los ácidos grasos presentes en tus glóbulos rojos, lo que refleja el consumo dietético de estos durante los últimos 3-4 meses. En concreto, se analizan los ácidos grasos:
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- Saturados y trans: un consumo excesivo de este tipo de grasas está asociado con obesidad, el aumento de colesterol LDL (popularmente conocido como el colesterol “malo”), reducción del HDL (el “bueno”) y un mayor riesgo de enfermedades como la diabetes.
• OMEGA-3: resultan fundamentales para una correcta función neurocognitiva y modulación de la inflamación, así como la reducción del riesgo cardiovascular y la hipertensión. También son imprescindibles durante el embarazo y la lactancia.
• OMEGA-6: un consumo excesivo de OMEGA-6 en comparación a los OMEGA-3 está vinculado a un mayor riesgo de accidentes cerebrovasculares, inflamación articular, osteoporosis, cáncer y obesidad, entre otros.
• Ratios e índices: a través de los siguientes indicadores, determinamos si existe un desequilibrio en el consumo de los diferentes ácidos grasos.
